martes, 31 de marzo de 2009

OBAMA NO HABLA GALLEGO



Yo no vi el programa de preguntas a Rajoy, porque tenía mejores cosas que hacer. Por ejemplo, asistir a un conciertillo de cantantes, en el que intervenía mi señora esposa, y además había bar para tomarse uno su copita. Infinitamente más atractivo, como oferta, en mi modesto entender.
Luego ya me he enterado por la prensa de cómo había resultado la cosa y parece que “ni chicha, ni limoná”.
Pero, claro, siempre hay malintencionados que tiran su pulla contra don Mariano porque confesó que no hablaba Inglés.
Bueno, ¿y qué? ¿Es que acaso Obama habla Gallego? ¡No! ¡Ni siquiera en la intimidad! Aznar, por lo menos, hablaba Catalán en la intimidad. No se sabe si se refería a los momentos de intimidad conyugal, en el propio tálamo, o en otras intimidades sin determinar.
Pues Rajoy no habla Inglés, ni siquiera en la intimidad; pero sí Gallego; no digamos que un Gallego demasiado bueno, pero menos da una piedra.
Respecto a Obama, nos consta que no habla Gallego, ni bueno, ni malo, y nadie se lo toma a la tremenda.
Hay que ser un poco más ecuánimes y medir con la misma vara a todos los líderes mundiales. A ver si nos enteramos.

martes, 24 de marzo de 2009

EL CAPIROTAZO



La Real Academia Española de la Lengua define la voz “capirotazo” en estos términos: “Golpe que se da, generalmente en la cabeza, haciendo resbalar con violencia, sobre la yema del pulgar, el envés de la última falange de otro dedo de la misma mano.”
Respecto al propio capirote en sí, afirma la Docta Casa: “Cucurucho de cartón cubierto de tela que usan los penitentes en las procesiones de Semana Santa.”
Respecto al uso y disfrute del capirote o cucurucho, varias han sido y son las posibilidades del interesante cono. Por ejemplo, se puede llenar de cacahuetes o de pipas. En tiempos ya remotos (y mucho menos aséptico que los que corren) uno iba al pipero y por dos reales o una peseta podía adquirir un cucurucho de estas delicias, ordinariamente confeccionado con papel de periódico. Aún hoy en día en Cádiz, por ejemplo, te despachan los camarones vivitos y coleando envasados sobre la marcha en su cucuruchito de papel de estraza. ¡Qué ricos!
Esto sucede con la versión cono invertido de pequeñas dimensiones. Los problemas comienzan cuando hablamos del cono sin invertir, que es propiamente el capirote. De dimensiones notablemente mayores y, en consecuencia, apto para ser encasquetado en la cabeza de un individuo de la especie humana, el capirote resulta figura harto menos apacible y sí un tanto inquietante.
Por ejemplo, la coroza: “Cono alargado de papel engrudado que como señal afrentosa se ponía en la cabeza de ciertos condenados, y llevaba pintadas figuras alusivas al delito o a su castigo.” La Academia, de la que ya estoy abusando un poco, omite púdicamente que quien plantaba el ominoso capirote sobre la olla de aquellos infelices (con su sambenito a juego) era la Santa Inquisición.
Esta notable institución eclesiástica no ha sido la única del gremio en poner capirotes sobre la testa de su feligresía. Las procesiones de Semana Santa, promovidas por diversas diócesis de la Iglesia Católica Española, pueblan de cucuruchos con antifaz casi toda nuestra vasta y diversa geografía. Se trata de manifestaciones religiosas de notable sabor barroco, más sobrio y ascético por el Norte y más festivo y luminoso por latitudes sureñas.
Personalmente he disfrutado de la estética y pintoresquismo de las cofradías, como gozan de ellas miles de turistas, que acuden a sus desfiles procesionales con diversas intenciones y actitudes, la mayor parte de las cuales poco o nada tiene que ver con motivaciones devotas o piadosas. Sea como fuere, las procesiones de penitentes encapirotados y pasos suntuosos pertenecen al acerbo de lo popular y están fuertemente enraizadas en diversas culturas hispánicas.
Por eso su utilización capciosa con claras intenciones políticas por parte del clero me parece perfectamente lamentable. Estos dignos eclesiásticos se han propuesto arrearle un capirotazo al Gobierno y no les ha temblado el pulso a la hora de desviar esta secular tradición folclórico – religiosa hacia sus intereses partidarios. Han intentado que las hermandades cofradieras plantasen un lacito blanco, a modo de pasquín, en los varales de sus pasos, manifestando así una frontal oposición a una ley que va a promulgar el poder legislativo en uso de sus atribuciones.
Que la Iglesia Católica, como cualquier entidad, corporación o individuo, tiene derecho a opinar sobre las acciones y propuestas de los gobernantes me parece indiscutible. Lo que no creo pertinente es que se manipule y distorsione una manifestación de carácter popular orientada a manifestar una manera de fe ciertamente peculiar, pero robusta y consolidada, para presionar políticamente a los poderes legítimos de un Estado.
Si la Conferencia Episcopal no es partidaria del aborto en cualquiera de sus modalidades, bien puede instruir a los fieles para que no lo practiquen, dado que la prevista Ley a nadie obliga a hacerlo. Pero, en cuanto se cruza esa línea, es preciso decir que se está interviniendo activamente en política y, encima, con maneras muy poco ortodoxas.
Parece, por fortuna, que los cofrades no están muy por la labor de participar en el capirotazo. Se ve que respetan mucho más su propia religiosidad, que los supuestos pastores.

miércoles, 18 de marzo de 2009

LOS PAPAS NUNCA UTILIZARON CONDÓN



Hay gente que se ha echado las manos a la cabeza porque el buen Papa Benedicto ha dicho que el condón es mala cosa, porque, no sólo no evita la propagación del SIDA, sino que la fomenta.
Pues sepan estos mentecatos que en el Vaticano el uso del condón o preservativo ha sido muy mal visto desde los ya remotos principios de la Iglesia Católica.
Por ejemplo, muchos Papas rechazaron enérgicamente la utilización de profilácticos; incluso dieron ejemplos muy edificantes en su propia vida privada, ya que se follaban a sus barraganas a pelo y sin artificios paganos o heréticos de por medio. Como dijo el famoso cardenal Trufaldino Cazzoto: “los que mande el Señor y que los críe su puta madre”.
Así fue como Inocencio VIII (1484-1492) tuvo dieciséis hijos de varias
mujeres. ¿Y que decir de Rodrigo Borgia, quien tomó el nombre de Alejandro VI (1492-1503), que se lo montaba sin barreras de látex u otra impúdica materia con Vanozza dei Catanei y después con la hija de esta, Rosa, con la cual tuvo cinco hijos? De su hija Lucrecia (la chica de la foto), con la que mantuvo una relación más que paternal, parece que sólo hubo una criaturita, porque Dios no quiso mandarle más.
Pablo III (1534-1549),siendo cardenal, había tenido ya cuatro hijos y en el día
de su coronación celebró el bautismo de sus dos bisnietos. Pío IV (1559-1565) logró tres hijos por la gracia del Espíritu Santo; en tanto que Gregorio XIII (1572-1585) sólo uno.
¿Qué hubiera pasado si los Vicarios de Cristo hubieran dado en la mala y pecaminosa maña de ponerle un capuchón a su pirulete?
Es más: a lo largo de la historia vaticana, gracias a la evitación del preservativo, no consta que se hayan presentado casos de SIDA. Lo más, lo más, algunas que otras purgaciones, alguna sífilis suelta y las ordinarias ladillas.
Follad, sí: pero sin preservativo.
Ya sabéis lo que pasa con los pájaros del campo y los lirios del valle y todos esos individuos de la naturaleza: que procrean como locos, pero sin condón. (perdón, no recuerdo la cita exacta)

martes, 17 de marzo de 2009

EL JAVI A LA MODA



El Javi me citó ayer con muchas prisas en El Tío Vinagre, un importante punto de encuentro socio – cultural de Lavapiés, que frecuento con bastante asiduidad. Acudí con la mosca detrás de la oreja, como es natural.
Estaba acodado en la barra ante un cubata y parecía sumido en hondos pensamientos. Casi no me dio tiempo de pedir mi bebida y me espetó:
- Tío: creo que ha llegado el momento de que yo renueve mi guardarropa.
- ¿…?
- Comienzo a estar harto del Rastro y de las rebajas. Los trajes que me pasa mi hermana son demasiado grandes, porque mi cuñado es una mula enorme. Tengo que hacerme con ropa nueva.
- Bueno, y a mi, ¿qué me cuentas?
- Tú que estás en los medios…
- Ya te he dicho mil veces que hacer un modesto blog no es estar en los medios.
- Vamos, no seas modesto, capullo. Estoy seguro de que tú conoces la dirección del sastre ése.
- ¿Qué sastre?
- ¿Qué sastre va a ser? Uno que, por lo visto, te hace los trajes que a ti te dé la gana y no pagas un céntimo, porque luego llega un tipo con billetes de quinientos y se hace cargo de la factura.
- ¿Es que siempre te vas a creer todos los bulos? ¿De dónde has sacado semejante infundio?
- Es que yo leo…
- Pues si lees, te habrás enterado de que el señor Camps ha desmentido semejante patraña y el señor Trillo ha añadido que ese Tomás ni siquiera es sastre.
- ¿Ah, sí? Entonces, ¿qué es? ¿Banderillero?
- Y yo qué sé, un agente de la trama del PSOE y Garzón, un infiltrado, un…
- Pero, ¿me das la dirección, o no me la das? ¿Tú has visto la gabardina que llevo? ¡Una vergüenza! Además, siempre me ha apetecido tener un chaqué, ¿sabes?
No hubo manera de convencerle. Como se le meta algo en la cabeza…

viernes, 13 de marzo de 2009

TARJETA ROJA AL ÁRBITRO



El jugador Pepito Trapisonda era un inveterado trasgresor del reglamento. Desde dejarse caer aparatosamente dentro del área, cuando el defensa más próximo distaba de él más de dos metros; hasta poner zancadillas a cualquier contrario, poseyera éste el balón o no, era capaz de cometer fechorías de toda índole.
Sin embargo, el jugador Pepito Trapisonda se hallaba en la firme convicción de que lo que pasaba era que los árbitros le tenían manía, la habían tomado con él. Al menos eso era lo que solía manifestar en las entrevistas que concedía con harta frecuencia a la prensa local. “¡Soy una víctima, una puta víctima!” Clamaba con lágrimas en los ojos. “¿Más víctima que puta, o más puta que víctima?” Apostillaba algún periodista malévolo, a riesgo de que el enfurecido deportista la emprendiera a coces con él.
El jugador Pepito Trapisonda miraba con especial inquina al árbitro Baldomero Morcón, que siempre andaba amonestándole, sacándole tarjetas de todos los colorines y, en suma, no quitándole el ojo de encima en cuanto él saltaba al césped. Estaba claro que con el picajoso trencilla de marras no había manera de realizar una interpretación imaginativa de reglamento balompédico.
Así era que el protagonista de esta ejemplar historia no paraba de rumiar su justo reconcomio contra el rigorista y maniático Baldomero, sin otro recurso efectivo que propalar rumores sobre su conducta privada, o llenar de grafitos insidiosos las paredes del vestuario: “El Morcón es mariquita”… “Morcón, mamón, me importas un cojón”… Etcétera.
Finalmente, y tras mucho darle vueltas a la cabeza en sus horas de insomnio, o de expulsión del terreno de juego, dio con la idea luminosa que necesitaba y la puso en práctica en cuanto se presentó la ocasión propicia.
Eso sucedió en cierto partido de liga regional, que debía arbitrar el malhadado Baldomero, tras haber desestimado el comité de competición las recusaciones habituales por parte del equipo de Pepito Trapisonda.
Fue en el minuto catorce, cuando Pepito, tras haber divisado al árbitro, que se dirigía a la carrera hacia su posición (donde acababa de propinar un mordisco en la oreja a un contrario) echó mano al bolsillo y le sacó tarjeta roja a Baldomero Morcón.
Ante un hecho tan insólito, el perplejo colegiado no conseguía articular palabra y se limitaba a farfullar airadas protestas. También los jugadores adversarios se quedaron de plástico. Así que el jugador Pepito Trapisonda, aprovechando ocasión tan idónea, echó a correr hacia la portería enemiga, y, tras recibir un balón en clara posición de fuera de juego, marcó un gol histórico.